El comportamiento responsable, con respecto a la conducción
en las grandes urbes, se sustenta en las distintas capacidades adquiridas a
través de diferentes procesos de aprendizaje, tanto implícitos como explícitos.
Nuestros desplazamientos dependen de nuestras capacidades sensoriales,
motrices y habilidades cognitivas, pero estas variables no solo influyen en nuestras
reacciones al volante: compartir el espacio vital entre los demás conductores
también hace que intervengan otros factores de índole Social y afectiva.
El tráfico en las ciudades, como muchas otras actividades,
se basa en un sistema de normas que regulan el funcionamiento social. Estas
normas no sólo son necesarias para la seguridad, sino que también promueve el
intercambio y la cooperación, contribuye a la cohesión social y garantiza la
convivencia. Comprender las relaciones interpersonales y los procesos de
interacción humana y en particular las ideas, sentimientos y motivaciones
subyacentes al comportamiento del conductor que se ve envuelto en diferentes
situaciones, puede ayudar a mejorar su relación con las normas y con las demás
personas, contribuyendo de forma decisiva a la seguridad vial.
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